Nueve Puntos

 

Nueve puntos situados en los vértices, centros de las aristas y en el centro de un cuadrado. Los niños esquimales no encontraban mayor ni menor dificultad para resolver el problema de unirlos mediante cuatro segmentos rectos y continuos.

Para desesperación de Le Corbusier, creo que contaba Claude Lèvi-Strauss, los aborígenes del Amazonas no comprendían la naturaleza de los sólidos platónicos. No reconocían la idea de cubo en objetos diversos de forma cúbica.

La segunda vez que visité los bronces de Riace dudé sobre su tamaño, no sobre su amenazante ferocidad. La duda empezó a resolverse al comprender (al sentir) que eran mayores que la “Estatua de la Libertad”. Al recordarlos les supongo una altura de 2’10 o 2’20 metros. Su estatura precisa, me informa la wikipedia, 1’98 el guerrero joven, 2’00 el mayor.

Desconozco cómo se mide la distancia cuántica entre dos puntos y la extensión de un agujero negro, pero el no saberlo me recuerda cómo a dos personajes (¿Mario Benedetti?) les separaba algo así como menos de tres metros y más de treinta años.

Puede que la geometría no sea más que uno de los modelos que utilizamos para comprender el mundo, un artefacto, que, apenas lo miramos un poco, crece y se desarrolla, se vuelve complejo, se carga de propiedades, leyes, singularidades y sorpresas. Entonces tiene algo de ser vivo, y, por ahí, su taxonomía evoluciona, se transforma.

Los nueve puntos, pienso, hablan de una percepción del mundo derivada del medio. Los sólidos platónicos, de una concepción cultural. El tamaño de los bronces de Riace me enseñó a precisar una geometría de las emociones.

Y, en los márgenes, lo muy grande o lo muy pequeño, o aquello en que se acentúa más la dimensión temporal, como ya sabíamos, las paralelas se cortan en un punto. (Y nos bastarían tres segmentos para recorrer los nueve puntos).

Una transformación rápida y profunda del medio o de nuestra percepción sería también una revolución de la geometría. Si se diera, creo, la revolución de la geometría, carecería de interés.

Y mientras, las formas de lo vivo, su apariencia, su metáfora y su proceso se vuelven nuestro paisaje, no sólo mental. Redes, tejidos, conexiones neuronales, conversaciones, conexiones, procesos, crecimientos orgánicos, campos de influencia, paisajes, datos, cobran apariencia (dan forma) o enseñan (informan) a nuestros lugares y a los objetos y no objetos que los pueblan. Pero los bronces de Riace son más grandes que la Estatua de la Libertad, aunque, cerca de ella, el poeta en Nueva York, escribía, como confirmándolo:

Asesinado por el cielo

entre las formas que van hacia la sierpe

y las formas que buscan el cristal,

dejaré crecer mis cabellos

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