La laguna de Venecia
En su primer viaje a Venecia, realizaría diecisiete más en otros tantos inviernos, el poeta Joseph Brodsky sintió la “felicidad absoluta” al percibir el olor de las algas heladas¹. Años antes, el ficticio Gustav Von Aschenbach² llegaba a Venecia, bajo una luz dudosa y con la levísima compañía del adagietto de la Quinta de Mahler, a través de un paisaje de brumas y turbiedades en el que, a veces, se dibujan trémulas siluetas de personas (¿mariscando?) que parecen levitar sobre las aguas.
Después, tanto Brodsky, como Von Aschenbach, como cualquier viajero o visitante, serán engullidos por la ciudad, atrapados en ella como en un agujero negro, atraídos por ella como lo está la laguna en esta “carta” de 1567 de Paolo Forlani, como lo está asimismo en tantas otras representaciones de esa época.
La laguna es apenas el fondo de aguas y brumas contra el que se dibuja la ciudad. Una extensión de agua salobre con tres puertas al Adriático, toda ella de poca profundidad, situada sobre el delta de cinco ríos sumergidos, que, por la acumulación de sus sedimentos, produce distintas situaciones: las “velme”, bancos de arena llanos, generalmente inundados y sin vegetación; las “barene”, marismas que pueden hallarse sumergidas, total o parcialmente, por las mareas; en su interior los “palude”, pantanos. Y una variedad de islas: pantanosas, artificiales, consolidadas, construidas, habitadas y abandonas.
Y cualquier foto aérea, mirada con detenimiento, nos muestra un mosaico de fractales, ondulaciones, ramificaciones y variaciones cromáticas. Estas son las formas de los procesos que señalan otra dirección e insinúan otras maneras de intervención, una posible “ampliación del campo de batalla” fuera del recinto de la ciudad, que es, para el poeta ruso, un hecho completo, sólo urgido de actuaciones movidas por la avaricia y la estupidez.
Este lugar de pescadores y mariscadores, que ha sido el sistema de defensa y supervivencia de la ciudad, donde ésta ha depositado sus usos incómodos o peligrosos y sus protecciones es, con su naturaleza acuática, paradójicamente, el territorio de Venecia, su paisaje y también su camino y su puerta del laberinto. Y es, además, un singular biotopo.
En la publicación “La Laguna Di Venezia nella cartografia storica a stampa del Museo Correr” se reproducen 175 mapas, con representaciones que van desde el siglo XV al XX. Como se nos advierte en uno de sus trabajos preliminares, “quien estudia y proyecta el territorio está generalmente insatisfecho con las bases cartográficas con las que cuenta”. Pues cada nueva atención requiere una nueva mirada, y construye un nuevo dibujo. Una intervención en Venecia hoy puede necesitar de nuevo, y de una forma distinta, a la laguna de Venecia. El olor de las algas heladas no está, o no es fácil de advertir, en ninguna de las 175 cartas históricas.
¹ “Marca de agua”, Joseph Brodsky
² “Muerte en Venecia”, película de Luchino Visconti basada en la novela “La muerte en Venecia” de Thomas Mann