Casa Santiago14

Granada, España
2001

La vida no puede hacerse, sólo generarse mediante proceso. (Ch. Alexander)

(…) Para poder pensar sobre la procedencia de los acabados y materiales propuestos, es necesario conocer el proceso y las estrategias desde las que el proyecto nace y busca carta de naturaleza en el lugar.

Criterios y estrategias de intervención que, si bien muy sintéticamente, ya se exponían en la memoria del Proyecto Básico, al hablar de Aspectos Formales, y se transcriben a continuación.

Hacia el exterior, dentro de la tradición hispano-musulmana, la casa se expresa con gran sobriedad. Un muro estucado, sencillo y claro, perforado donde el uso interior lo reclama. Esta forma de proceder ha garantizado (y sigue garantizando) la idea de continuidad urbana y la integración silenciosa en el conjunto de la manzana. La disposición no simétrica de los huecos elimina la competencia con la unidad compositiva superior (manzana, calle) y devuelve al muro, a la fachada de la calle, ese protagonismo. Con igual intención de invisibilidad se plantea el vuelo-alero, línea de sombra y límite de la perspectiva del viandante.

Hacia el interior, se ha procurado que las decisiones constructivas sean, junto con la luz, las cualificadoras de un espacio que no desea renunciar ni a su  tiempo ni a su memoria.

Así, las visiones filtradas, las transparencias hacia las mayores dimensiones del reducido solar; el sentimiento de lo masivo y lo liviano. El blanco, los juegos de lo sólido con la ligereza. Las continuidades, la interpretación de interior y exterior. La sección, la elección no sólo de las dimensiones ancho por largo, sino, y muy especialmente, del alto. La luz y el sol. La reducción y extrema sencillez de materiales y formas. La música y el sonido del agua. El hogar.

Que la integración de nueva arquitectura y la protección del casco histórico no es, al menos exclusivamente, un problema formal (composición, materiales) es algo que evidencian las recientes intervenciones en el entorno.

La integración depende más del entendimiento de las estrategias constructivas y criterios de implantación producidos históricamente, de alcanzar una sensibilidad con el lugar y producir desde un acuerdo con la tradición. En cualquier otro caso, citando a  Alejandro de la Sota, pueden negarse las formas, todas, si no son resultados.

Vamos a intentar reivindicar, en este sentido, el concepto de casa frente a la idea de fachada, el muro como soporte unitario de la manzana, y el hueco como intervención específica en el muro. La importancia de la norma y la variación. Simultáneamente procuraremos ilustrar estas ideas con ejemplos muy próximos a la intervención, la calle Santiago, el Realejo y sus inmediaciones.

Aunque no era posible adivinar ni descifrar el porqué de tan insólita organización de puertas y ventanas, se imponía, sin embargo, la certeza de que tenía que haber alguno, pues la fisonomía de la fachada no hablaba de azar, ni de rutina, ni de arbitrio, ni de estética, sino… (R. Sánchez Ferlosio)

Casa

El barrio del Realejo comparte con el casco urbano de Sevilla, tal y como J.R. Sierra lo describe, sus dos condiciones fundamentales, ser esencialmente doméstico (mejor que residencial), y soportarse en una construcción pobre. Estas dos circunstancias configuran lo que para él se convierte en una Teoría de Sevilla, absolutamente trasladable al Realejo:

                -La casa como única arquitectura.

                -La transformación continua como única técnica.

Pero la casa en este entorno es muy lejanamente un problema compositivo, y mucho más el elemento necesario para la vida del casco. La casa de la que hablamos debe ser aún signo, traducir veladamente una forma de habitar, y una concepción espacial. De esta manera la ciudad cobra espesor, mantiene esa dimensión tantas veces sólo entrevista o ensoñada. La casa así concebida es prolongación real e imaginaria de la ciudad, y la ciudad por esta casa construida se llama Venecia, Sevilla, Roma o Marrakech, o aquél callejón en El Cairo de Mahfuz.

Esta casa que evoca e insinúa (en Sevilla, a veces se deja entrever a través del patio), acepta el soporte de la manzana y se expresa mejor en una portada o un balcón que en una fachada. La fachada hace otra ciudad, donde la representación sustituye a la expresión. En ella la manzana se descompone en fragmentos derivados de su integridad compositiva: la simetría, el material y el color, así como la decoración, insisten en la atomización del conjunto; buscan desaforadamente la identidad del edificio en la manzana y la calle (tal vez para ocultar su vacía propuesta habitacional).

Una arquitectura así producida, confiando exclusivamente a decisiones formales la conservación de un barrio histórico convierte, parafraseando a Octavio Paz el signo en garabato. Esta reducción elimina la necesaria entropía de la ciudad histórica, producida evidentemente desde el pensamiento, desde el proyecto meditado para un lugar.

Ese es el logro último de la variación, la revitalización continuada. Pero la variación sólo es posible en el interior de la norma. La norma a la que este proyecto intenta ser fiel debe derivarse del conocimiento sensible del lugar, de las estructuras habitacionales allí establecidas, de las concepciones de vida en ellas implícitas, de la lógica constructiva que las soporta, de la memoria.

Así la casa proyectada interpreta el zaguán y el patio, el velo y la transparencia. Al abrir su puerta, levemente ofrecerá a la calle su juego interior.

¿Qué hay detrás? Una arquitectura (una ciudad) que no provoque esta pregunta estará muerta.